LAS
FALDAS DEL PECADO
La joven mujer llegó a la comisaría del
pueblo, con la ropa hecha jirones y totalmente bañada de sangre. Dudó un
instante y luego entró y se dirigió al oficial que se encontraba leyendo, en el
escritorio de la entrada. A media voz ella dijo –buenas, quiero hacer la
denuncia de una violación - el oficial dejó la lectura. No levantó el tono de
la voz ni hizo un gesto que lo indicara, pero claro se escuchó, siéntese, con
tal autoridad, que no permitió ni un dejo de duda. Luego mirándola directamente
a los ojos le preguntó: ¿cómo dice Ud. que ocurrieron los hechos?
La mujer, tartamudeando, empezó un relato,
entrecortado y con lágrimas en los ojos..."yo, yo...terminaba de cerrar la
puerta cuando...cuando sentí que me respiraban en la nuca, mientras una mano
áspera me tocaba la entrepierna, mientras...mientras al mismo tiempo me decía
con una voz aguardentosa -no grites, porque te mato aquí mismo-"
Y mientras iba relatando lo sucedido, por su
mente las imágenes –como fotos- vividamente aparecían en secuencia… cuando la
arrastraba al dormitorio y la tiraba en la cama, el reflejo de ese rostro
desencajado, como poseído por el mismo
diablo, las ropas rompiéndose y el cortapapeles.. el cortapapeles que había
quedado en la mesita de luz y que alcanzó a manotear. Y no sabe de dónde sacó las fuerzas
necesarias, pero que usó contra su atacante una y otra vez, tal vez, más de una
veintena de veces. Cuando sintió que su
atacante ya no tenía más fuerzas, se deshizo de él y corrió las dos cuadras que
separaban su casa de la comisaría.
Cuando hubo terminado su relato, el oficial –
totalmente indiferente- le pregunta ¿Ud.
lo conocía?
...
Ella, mirándolo más allá del dolor y tal vez,
de esta vida, lacónicamente le dice ¡Sí!,
era el Padre Pepe, el cura de la iglesia del pueblo…
ººº
El excelso ciudadano
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