domingo, 23 de septiembre de 2018


LAS FALDAS DEL  PECADO     



La joven mujer llegó a la comisaría del pueblo, con la ropa hecha jirones y totalmente bañada de sangre. Dudó un instante y luego entró y se dirigió al oficial que se encontraba leyendo, en el escritorio de la entrada. A media voz ella dijo –buenas, quiero hacer la denuncia de una violación - el oficial dejó la lectura. No levantó el tono de la voz ni hizo un gesto que lo indicara, pero claro se escuchó, siéntese, con tal autoridad, que no permitió ni un dejo de duda. Luego mirándola directamente a los ojos le preguntó: ¿cómo dice Ud. que ocurrieron los hechos?

La mujer, tartamudeando, empezó un relato, entrecortado y con lágrimas en los ojos..."yo, yo...terminaba de cerrar la puerta cuando...cuando sentí que me respiraban en la nuca, mientras una mano áspera me tocaba la entrepierna, mientras...mientras al mismo tiempo me decía con una voz aguardentosa -no grites, porque te mato aquí mismo-"

Y mientras iba relatando lo sucedido, por su mente las imágenes –como fotos- vividamente aparecían en secuencia… cuando la arrastraba al dormitorio y la tiraba en la cama, el reflejo de ese rostro desencajado,  como poseído por el mismo diablo, las ropas rompiéndose y el cortapapeles.. el cortapapeles que había quedado en la mesita de luz y que alcanzó a manotear.  Y no sabe de dónde sacó las fuerzas necesarias, pero que usó contra su atacante una y otra vez, tal vez, más de una veintena de veces.  Cuando sintió que su atacante ya no tenía más fuerzas, se deshizo de él y corrió las dos cuadras que separaban su casa de la comisaría.

Cuando hubo terminado su relato, el oficial – totalmente indiferente-  le pregunta ¿Ud. lo conocía?
 ...
Ella, mirándolo más allá del dolor y tal vez, de esta vida, lacónicamente le dice ¡Sí!, era el Padre Pepe, el cura de la iglesia del pueblo…

ººº
El excelso ciudadano

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