miércoles, 26 de septiembre de 2018


SIMBIOSIS

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Qué placer es el de la lectura. Poder tomar un libro y simplemente dejarte llevar a los mundos imaginados por el autor, y así conocer nuevos lugares –reales o inventados, lo cual no tiene demasiada importancia- por el tiempo que dure la lectura y muchas veces, la re-lectura.

Y después, las ganas de querer poner por escrito lo que tienes en tu mente y tu Alma. Entonces, lentamente, casi subrepticiamente te empiezas a convertir en escritor. Cual caza-fantasmas literario, atrapas palabras sueltas en el viento en las blancas páginas de un libro, permitiendo que estas sean gozadas –por ávidos lectores- desde hoy a la posteridad.

Están aquellos que dicen que a las palabras se las lleva el viento, y está bien que así sea. Es una forma de distribución de las anécdotas y vivencias de la gente. La oralidad, permitió durante mucho tiempo, que se mantuvieran vivas las costumbres de nuestros ancestros y de otros pueblos.

Y la palabra hablada se transformó en palabra escrita. Primero en piedras, tablillas, papiros y finalmente en papel. Luego los manuscritos fueron reemplazados por la imprenta, lo cual aceleró aún más la distribución de los conocimientos y de las artes de la literatura.

Y los tiempos se aceleraron, que la máquina de escribir, algunos años después la computadora personal, que la Tablet y los libros digitales, que…

Yo, me sigo quedando con las palabras escritas en un papel, la satisfacción de encontrar el libro que querés y ese olor a nuevo… ese olor del libro nuevo que  lleva  tu mente a la imaginación y al placer de la próxima lectura.

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El excelso ciudadano

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