jueves, 13 de septiembre de 2018


PLANTANDO LIBROS

El viernes por la mañana pasó por la cuadra de mi casa un señor mayor, de unos 70 ó 75 años, en una bicicleta que arrastraba un carrito con plantas. Como hacía mucho tiempo que quería comprar unos helechos y el hombre llevaba dos, lo paré y comenzamos a conversar como si fuéramos viejos conocidos.

Me contó que era jubilado, que durante unos 45 años trabajó en una fábrica que se dedicaba a hacer heladeras y otros artefactos de la hoy llamada “línea blanca” que quedaba en Pilar (Bs As) y luego de jubilarse y al haber quedado viudo y sus hijos ya estaban todos establecidos, incluso el Mario, su hijo menor –que por ese entonces tenía unos 25 años y entró a trabajar en la misma fábrica que él- . También me dijo que era oriundo de Concepción del Yaguareté Corá y que el payé de la nostalgia le pegó hondo y decidió volverse al pago.

Además  me dijo que dos de sus hermanas vivían aquí en la Capital y por eso es que decidió venir a vivir acá. Que se dedica a cultivar plantas y las sale a vender 2 veces por semana por la ciudad. Y que sale en bicicleta –a pesar de tener un auto modelo 2017-  porque quiere hacer ejercicio.

Por mi parte le conté que era profesional y que daba clases en la Universidad y que desde hace algunos años mi hobby era escribir, y que tuve la suerte de publicar algunos libros.

El me comentó que los fines de semana solían ir a una quinta que tenían en San Cayetano, y aprovechaba esos días para leer.

Me ayudó a entrar las plantas y se quedó mirando los cuadros que hay en el pasillo y los que están pintados en la pared del fondo. Me hizo muchas preguntas y nos pusimos a charlar de la historia de los Endos. Le pareció muy interesante. Antes de irse le regalé mis dos últimos libros, lo cual pareció no sorprenderlo. No solo me lo agradeció, si no que me señaló –se reconocer la buena gente y vos sos buena gente-

Antes de despedirnos me dijo –hace tiempo que tengo unas semillas que quiero regalárselas a quien las valore realmente, creo que ya sé a quién obsequiarlas - acto seguido me regaló una pequeña bolsita que extrajo entre sus ropas y como último consejo me explicó –puedes sembrarlas separadas y cada una dará origen a un único fruto, ahora, si las siembras todas juntas, tendrás muchos frutos en una sola planta, pero para verlos, debes esperar un tiempo prudencial- dicho esto, tomó su bicicleta y se fue calle abajo.

Luego de cerrar la puerta, descargué el contenido de la bolsita, que eran las semillas -de distintas y extrañas formas- Al principio no me percaté que tenían forma de letras, alcancé a separar las 27 letras del abecedario. También había un papel cuidadosamente doblado, en el que al desdoblarlo se leía, prolijamente escrito:
.
Semillas del “Árbol de los Libros…”

ººº




El excelso ciudadano

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