miércoles, 19 de septiembre de 2018



IN MY SMART HOUSE


Vivo en una casa inteligente, apenas suena el despertador –y si el día está lindo y hay sol- se corren las cortinas y empieza a sonar la música que previamente seleccioné para esta ocasión. Lentamente las ropas de cama que me estaban cubriendo, se corren dejándome destapado listo para levantarme. Apenas me levanto, la cama se arregla sola, quedando impecable.

Simultáneamente, en el baño, la ducha está preparada con la temperatura acorde a la época del año que estemos transitando. Luego de bañarme, me dirijo nuevamente al dormitorio, donde sobre la cama hay tres mudas de ropa, para que pueda elegir la que voy a ocupar ese día y un control remoto, con el que puedo manejar todas las funciones  de los equipos que hay en la casa, e incluso a todos los hologramas que conviven conmigo.

Una vez cambiado para salir, voy a desayunar en la barra de la cocina, donde Gabriela termina de servirme un humeante café -recién molido- al cognac, preparado con los siguientes ingredientes: 4 cucharadas de café molido,  4 copas de Courvoisier y 4 terrones de azúcar. Mientras saboreo el café, despliego una pantalla holográfica y leo los principales diarios de la ciudad y del país. En otra pantalla –dividida en cuatro- se pueden ver los noticieros de la televisión, pero no les presto demasiada atención. La temperatura es agradable, alrededor de los 24ºC, miro el termómetro exterior y marca 4 ºC -y que pretendo-  si es invierno.

Mientras  desayuno, la heladera hace una lista con las cosas que son necesarias comprar, y una vez chequeada por Gabriela (el robot que hace de servicio doméstico) la propia heladera se conecta con el supermarket y le hace el pedido, que llegará a la casa en un plazo no mayor a una hora traído por un “drone cadete”.

Camino hacia el garaje cuando escucho un suave zumbido, miro hacia el dormitorio y veo al perro subido al robot-encerador que está limpiando la pieza, aprieto un botón de mi control remoto y hago desaparecer el holograma del perro. Llegando al garaje la puerta se abre automáticamente por acción de un sensor infra-rojo y escucho apenas el motor eléctrico del auto que está calentándose, mientras me espera para llevarme al trabajo. Cierro la puerta  del auto, mientras el portón  del garaje se abre. Le indico la dirección adónde quiero ir  y cómodamente empiezo a revisar las notas de lo que debo hacer en el día, en la pantalla del holograma que desplegué delante de mí.

De pronto la vi. Surgiendo de la nada, se corporizó, era real.  Ella era primavera, estaba hecha de flores, tenía la frescura de la mañana y la inocencia de aquel que emerge a la vida. Su risa contagiaba a las nubes, mientras el sol le guiñaba un ojo. Todo parecía brillar a su paso y se llenaba de colores el camino. Quise hablarle, preguntarle cómo se llamaba, dónde podría encontrarla. Más no me fue posible, cuando el infernal tráfico me permitió estacionar, para bajarme a buscarla, ya era muy tarde, se había perdido en el mundo de personas, que cual hormigas de futuro, se dirigían a su diaria rutina. No pude sacarme su figura de la cabeza, durante todo el día, ni los siguientes días de los últimos diez años...

De nuevo en mi casa, abro la puerta con el comando de voz, suena de fondo “Heartbreaker”  de Led Zeppelin...“Well, it's been ten years and maybe more since I first set eyes on you - The best years of my life gone by, here I am alone and blue…” y adentro me está esperando en la mesita ratona del living, un aperitivo listo para ser tomado, y ella sentada en el sofá - tal cual mis sueños- solamente vestida con mis recuerdos. 

Por suerte, a los hologramas se los puede hacer como uno quiere.

ººº

El excelso ciudadano


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