IN
MY SMART HOUSE
Vivo en una casa inteligente, apenas suena el
despertador –y si el día está lindo y hay sol- se corren las cortinas y empieza
a sonar la música que previamente seleccioné para esta ocasión. Lentamente las
ropas de cama que me estaban cubriendo, se corren dejándome destapado listo
para levantarme. Apenas me levanto, la cama se arregla sola, quedando
impecable.
Simultáneamente, en el baño, la ducha está
preparada con la temperatura acorde a la época del año que estemos transitando.
Luego de bañarme, me dirijo nuevamente al dormitorio, donde sobre la cama hay
tres mudas de ropa, para que pueda elegir la que voy a ocupar ese día y un
control remoto, con el que puedo manejar todas las funciones de los equipos que hay en la casa, e incluso
a todos los hologramas que conviven conmigo.
Una vez cambiado para salir, voy a desayunar
en la barra de la cocina, donde Gabriela termina de servirme un humeante café
-recién molido- al cognac, preparado con los siguientes ingredientes: 4
cucharadas de café molido, 4 copas de
Courvoisier y 4 terrones de azúcar. Mientras saboreo el café, despliego una
pantalla holográfica y leo los principales diarios de la ciudad y del país. En
otra pantalla –dividida en cuatro- se pueden ver los noticieros de la
televisión, pero no les presto demasiada atención. La temperatura es agradable,
alrededor de los 24ºC, miro el termómetro exterior y marca 4 ºC -y que
pretendo- si es invierno.
Mientras
desayuno, la heladera hace una lista con las cosas que son necesarias
comprar, y una vez chequeada por Gabriela (el robot que hace de servicio
doméstico) la propia heladera se conecta con el supermarket y le hace el
pedido, que llegará a la casa en un plazo no mayor a una hora traído por un
“drone cadete”.
Camino hacia el garaje cuando escucho un suave
zumbido, miro hacia el dormitorio y veo al perro subido al robot-encerador que
está limpiando la pieza, aprieto un botón de mi control remoto y hago
desaparecer el holograma del perro. Llegando al garaje la puerta se abre
automáticamente por acción de un sensor infra-rojo y escucho apenas el motor
eléctrico del auto que está calentándose, mientras me espera para llevarme al
trabajo. Cierro la puerta del auto,
mientras el portón del garaje se abre.
Le indico la dirección adónde quiero ir
y cómodamente empiezo a revisar las notas de lo que debo hacer en el
día, en la pantalla del holograma que desplegué delante de mí.
De pronto la vi. Surgiendo de la nada, se
corporizó, era real. Ella era primavera,
estaba hecha de flores, tenía la frescura de la mañana y la inocencia de aquel
que emerge a la vida. Su risa contagiaba a las nubes, mientras el sol le
guiñaba un ojo. Todo parecía brillar a su paso y se llenaba de colores el
camino. Quise hablarle, preguntarle cómo se llamaba, dónde podría encontrarla.
Más no me fue posible, cuando el infernal tráfico me permitió estacionar, para
bajarme a buscarla, ya era muy tarde, se había perdido en el mundo de personas,
que cual hormigas de futuro, se dirigían a su diaria rutina. No pude sacarme su
figura de la cabeza, durante todo el día, ni los siguientes días de los últimos
diez años...
De nuevo en mi casa, abro la puerta con el
comando de voz, suena de fondo “Heartbreaker”
de Led Zeppelin...“Well, it's been
ten years and maybe more since I first set eyes on you - The best years of my
life gone by, here I am alone and blue…” y adentro me está esperando en la
mesita ratona del living, un aperitivo listo para ser tomado, y ella sentada en
el sofá - tal cual mis sueños- solamente vestida con mis recuerdos.
Por suerte, a los hologramas se los puede hacer como uno quiere.
ººº
El excelso ciudadano
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