II- HISTORIA(S) DE VIDA: JUAN
Juan
y su madre paseaban todas las tardes por el centro de la ciudad. No sólo era
una rutina, sino un hábito que ella intentaba crear, que creía fortalecería el
vínculo con su niño y abriría paso a una nueva vida lejos de aquella otra que
la habitó y que ahora se veía tan distante. Una de esas tantas tardes, luego de
un arduo día de búsqueda laboral, buscó a su hijo de la guardería y fueron
juntos a merendar a un prestigioso lugar.
El dinero no era algo que le sobrase, menos aún en su actual estado de
recesión, pero tenía la idea de gastar toda esa impúdica “recompensa” a lo
grande, dándose todos los gustos.
Elena
estaba agotada, haber estado todo el día en la cocina merecía unos minutos de
descanso. Sus pechos últimamente dolían cada vez más, pero no la hacían padecer
tanto cómo el dolor en el alma que la acechaba. Sentada en una mesa, no pudo
evitar quedar embelesada por un bonito niño que dormitaba en un cochecito y al
cual la madre parecía no prestar la más mínima atención –estaba atendiendo… a
otros. Cómo bien lo expresa una frase,
Old Habits Die Hard-.
Capturada
por la imagen de aquél bebé, los más insólitos pensamientos empezaron a
sucederle. Sus anhelos se hacían carne, su deseo palpable… sólo bastaba con… sólo
necesitaba… sólo tenía que… HACERLO.
Dueña de una actitud reprochable, sin vacilar, tomó el cochecito y emprendió rumbo sin parar, sin detenerse, hasta cruzar la frontera…
Dueña de una actitud reprochable, sin vacilar, tomó el cochecito y emprendió rumbo sin parar, sin detenerse, hasta cruzar la frontera…
En
palabras de Juan, ese día hubieron dos (re)nacimientos: el suyo, –el inicial de
tantos que tendría- pues por primera vez fue inscripto en el registro y
reconocido cómo neonato, y el de su madre, Elena… Quizás fue desde entonces que
Juan siente que hay algo de santo en él, de hacedor de milagros. Pero su
verdadera “consagración” cómo tal es de años después, varios años, en el
Hospicio.
ººº
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