martes, 28 de agosto de 2018




II- HISTORIA(S) DE VIDA: JUAN


Juan y su madre paseaban todas las tardes por el centro de la ciudad. No sólo era una rutina, sino un hábito que ella intentaba crear, que creía fortalecería el vínculo con su niño y abriría paso a una nueva vida lejos de aquella otra que la habitó y que ahora se veía tan distante. Una de esas tantas tardes, luego de un arduo día de búsqueda laboral, buscó a su hijo de la guardería y fueron juntos a merendar a un prestigioso lugar.  El dinero no era algo que le sobrase, menos aún en su actual estado de recesión, pero tenía la idea de gastar toda esa impúdica “recompensa” a lo grande, dándose todos los gustos.

Elena estaba agotada, haber estado todo el día en la cocina merecía unos minutos de descanso. Sus pechos últimamente dolían cada vez más, pero no la hacían padecer tanto cómo el dolor en el alma que la acechaba. Sentada en una mesa, no pudo evitar quedar embelesada por un bonito niño que dormitaba en un cochecito y al cual la madre parecía no prestar la más mínima atención –estaba atendiendo… a otros. Cómo bien lo expresa una frase,  Old Habits Die Hard-.  

Capturada por la imagen de aquél bebé, los más insólitos pensamientos empezaron a sucederle. Sus anhelos se hacían carne, su deseo palpable… sólo bastaba con… sólo necesitaba… sólo tenía que… HACERLO. 

Dueña de una actitud reprochable, sin vacilar, tomó el cochecito y emprendió rumbo sin parar, sin detenerse, hasta cruzar la frontera…
 
En palabras de Juan, ese día hubieron dos (re)nacimientos: el suyo, –el inicial de tantos que tendría- pues por primera vez fue inscripto en el registro y reconocido cómo neonato, y el de su madre, Elena… Quizás fue desde entonces que Juan siente que hay algo de santo en él, de hacedor de milagros. Pero su verdadera “consagración” cómo tal es de años después, varios años, en el Hospicio.

ººº

Ma. Laura Almirón


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