lunes, 27 de agosto de 2018



I - HISTORIA(S) DE VIDA: JUAN



Se han mencionado incansablemente las bondades de comenzar toda historia por un principio, pero no es tarea sencilla, menos aun cuando a esta historia en particular es difícil encontrarle calendario…   Por eso el punto de partida -y punto de llegada- es Juan.

Juan es un hombre de unos 56 a 58 años. En lo que va del año ya ha festejado al menos dos veces su cumpleaños, y éste, no es para nada un dato menor; se podría decir que estas celebraciones van de la mano con la cantidad de (documentos de) identidades que tiene en su haber. Puede que por ello también le sea particularmente dificultoso historiar esa parte de su vida, no es un hombre que acepte vivir sin certezas. Sí está muy seguro de otras tantas cosas, entre ellas, de que su llegada al mundo tuvo todo de singular…

Corrían los años 50, cuando en uno de nuestros países vecinos, una mujer de vida fácil daba a luz a un niño. A pesar de todo pronóstico, los primeros meses al lado de su madre pincelaban un futuro prometedor,  pero el relato no acababa ahí, grandes cosas aguardaban para aquel niño.
 
Otra mujer apareció en escena, Elena. Oriunda de un pequeño pueblo del interior, trabajaba como empleada doméstica por las mañanas y por las tardes de cocinera en un restaurant. Elena vivía la vida feliz sin mayores preocupaciones, era muy sociable y gustaba de pasar tiempo con su familia.

Conforme pasaba el tiempo, esta hermosa mujer iba ganando prestigio en su restaurant, motivo por el cual la convocaron a trabajar en un famoso local de nuestro vecino país. Elena sentía que todo lo que había planeado para su vida estaba tomando forma, todo menos una cosa, la posibilidad de convertirse en madre. No tenía, en ese momento, una pareja estable, por lo que la idea rara vez cruzaba su mente y no fue sino hasta que sucedió un infortunio –nunca tan bien usada la palabra- que esa vaga idea se convirtió en profundo anhelo y esperanza.

Hacía ya algunos meses, Elena sentía cambios, cambios que en un principio no podía precisar, pero que más tarde, de hecho se hacían sentir en todo su ser. Su vientre estaba más hinchado que de costumbre, y con el correr de los días sus pechos acrecentaban exponencialmente su tamaño. Prefirió, en un primer momento desdeñar los llamados de su cuerpo, no había tiempo para atender a cualquier otra cosa que no fuera su trabajo. Pero pronto vendría el malestar, un dolor imposible de velar.

Cada mañana era, desde entonces, un agobiante despertar, sus pechos ya no sólo habían cambiado de tamaño, sino que también empezaban a doler. Éste fue el último llamado de atención. Médico urgente. Elena, optimista cómo pocos, frente a tales signos se hizo el primer autodiagnóstico. Embarazo. No había nada de qué preocuparse, el médico sólo sería la confirmación de aquello que desde ese momento se convirtió en su verdadero deseo…

Pero la visita no trajo sino pálidas.  Dios, el destino, el azar, son los fundamentos últimos que tienen los médicos para explicar aquello que simplemente se les torna inabordable; lastimosamente para Elena “Éstas, son cosas del azar Sra., sólo Dios sabe el por qué” fueron las últimas palabras que escuchó de boca de unos médicos. No podría tener hijos y era de lo más enigmático el porqué de sus síntomas. Desde ese momento algo murió en Elena.

continuará...

ººº
Ma. Laura Almirón




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