jueves, 22 de noviembre de 2018




DESARRAIGO

Camina por la fría noche de Vancouver, con una mano enfundada en la chaqueta de cuero y la otra libre, sosteniendo el 5º cigarrillo desde que salió de su casa. Camina sin rumbo, como perdido, no sabiendo dónde ir o qué hacer. Todo había pasado en un segundo, un maldito segundo.

Hacía un tiempo que la venía sintiendo extraña, pero no podía ser, ella no, seguro que ella no. Tanto tiempo viviendo juntos. Desde la secundaria, cuando se conocieron allá en su pueblo, hace un largo tiempo, 22 años para ser más exactos. Hoy cumplían 20 años de casados. Si, se casaron muy jovencitos, y antes de cumplir los dos meses de casados, a él le salió una gran oferta de trabajo en Canadá. Le ofrecieron ser bombero forestal, previa capacitación y un sueldo que parecía astronómico. Consultado con ella, con la promesa de trabajar unos años -10 como máximo- y después de ahorrar unos pesos, se volverían al pago. Así fue que aquellos gurises que no tenían siquiera 20 años – ella 18 y él 19- partieron a tierras desconocidas.

Apenas llegados, estuvieron dos meses en Ottawa, donde estudiaron inglés y además, él tomó clases teóricas sobre los incendios forestales y como combatirlos. Transcurrido ese tiempo, los llevaron a Leduc, una ciudad de unos 50.000 habitantes, en la provincia de Alberta, donde tenía asiento la Unidad en que él trabajaría. Inmediatamente se adaptó a su trabajo y al nuevo tipo de vida. Demás está decirlo, que quedo embobado por la alta tecnología que empleaban allá.

Lo que no se terminaban de acostumbrar era de los intensos fríos de la temporada invernal. Mucho menos, cuando lo comparaban con los inviernos, casi inexistentes de su Corrientes natal. Los primeros 5 ó 6 años fueron duros, especialmente para ella, que solo hacía la vida de ama de casa y sus vecinas o los mismos comerciantes, eran tan fríos como los inviernos canadienses. Pero la promesa de saber que volverían, la mantenían en pie, porque recién tenía 25 años y además al volver, tendrían los hijos que ambos querían. Pero los años pasaban, a él lo ascendían en el trabajo y los sueños se iban postergando. Lo volvían a ascender y se volvía a postergar el regreso. Y así pasaron, como si nada, casi 20 años. Hacía tres meses lo habían trasladado a Vancouver con el cargo de Jefe de la zona oeste de los bomberos forestales de Canadá.

A ella la andaba viendo medio rara, como en otro lugar, parecía distraída, tal vez un poco deprimida. Pero con el ajetreo de su nuevo cargo, pronto lo ignoró. Tal vez, lo que ella necesitaba era pasear más, y pensó que se distraería en una ciudad cosmopolita, como era Vancouver.

Esa tarde noche – eran las 17 hs y ya era de noche en esta época del año - volvía contento, porque sus compañeros de trabajo, decidieron regalarles una fiesta en el mejor salón de la ciudad, para expresarle su reconocimiento por el trabajo efectuado y además festejar sus 20 años de casados.
……………

 Lo que nunca esperó, era llegar a su casa en el momento justo en que ella colocaba el enorme revólver  Magnum 44 Smith and Wesson  -que nunca utilizó y había comprado para defenderse de un posible ataque de osos- en su boca y su dedo oprimía el gatillo.

Un NOOooooooo eterno y desgarrador, que salió de lo más profundo de su ser, muy fuerte se escuchó, pero no fue suficiente para impedir que se quitara la vida y quedara tirada en el piso de la  cocina-comedor, con la cabeza destrozada en el medio de un gran charco de sangre. 
ººº
El excelso ciudadano

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